martes, 20 de agosto de 2013

Los polacos y su racismo.

"Condena la SRE el ataque de hooligans polacos a marinos mexicanos en las playas de algún lugar de Polonia".

Pues claro, ni modo que dijeran "si, que bueno que los madrearon por andar vacacionando en lugar de entrenar en el buque".

El racismo renaciente en Europa (porque no es una cuestión autóctona polaca) tiene su raiz en la falta de memoria, en su sistema educativo y en sus medios. Quisieron los gobiernos de posguerra olvidar tanto el trauma por las marchas nazis, adoraciones al Duce, campos de concentración y asesinatos en masa, como su complicidad en muchos de los atropellos y genocidios efectuados por el gobierno títere instaurado en cada país ocupado por el régimen aleman.

Por eso, que ahora la juventud europea (o al menos las masas siempre influenciables, los lumpenproletarios marginados por el capitalismo tradicional y los gobiernos socialdemócratas) se vean hipnotizados por las promesas de gloria y el glamour de lo prohibido no es nada sorprendente.

Ya lo había advertido Michel Foucault desde los años 70, cuando la juventud era aguerrida, contestataria y aún recordaba al nazismo, que de iniciar un nuevo movimiento fascista en un futuro no tan lejano (que sería, justamente, los años 90), los primeros reclutados se encontrarían en ese segmento social que siempre ha sido marginado, aquellos que no son de clase baja, media o alta, esos "ninis", que por el mismo sistema capitalista no encuentran empleo, no pueden aumentar su escolaridad o incluso teniendo empleo, no tienen modo de mejorar su situación económica.

Ustedes dirán ¿por qué digo que el capitalismo produce estos lumpenproletarios?

Porque son útiles al capitalismo consumista. Si bien no producen, no generan capital ni participan en la cadena productiva, siguen consumiendo. Ya sea mediante sus padres o por eventuales empleos, o esos trabajos sin capacidad de avance, donde se paga apenas lo suficiente para malvivir, esos jóvenes siguen consumiendo, que es lo que importa al sistema capitalista.

Y si pueden ser usados como carne de cañón en un posible movimiento político reaccionario, son más útiles aún.

Dale a esos jóvenes, deseseperanzados, sin futuro real, sin ideas propias gracias a la pésima educación que recibieron, tanto en la escuela como en los medios, un libro en el que se enaltezcan lugares comunes: patria, raza, orgullo, poder, hegemonía, todas esas cosas que prometen trascender más allá de uno mismo, "cosas mejores por las cuales luchar".

Mein Kampf está lleno de esas cosas.

No deja de ser curioso que, si a cuestión racial nos vamos, Hitler despreciaba a los eslavos. Para él (y para buena parte de Europa occidental) eran lo mismo que negros, hijos de la horda bárbara, mestizos de mongoles etc.

Hitler no pensaba nada diferente, sólo reflejaba el lado que la sociedad europea negaba en público pero admitía en privado.

Pero bueno, la existencia de partidos nazis en Perú y México demuestra que la pobreza mental es universal, y siempre fomentada por los que dominan.

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