martes, 10 de septiembre de 2013

La Libertad y la Paternidad

Hablar de libertad es bastante fácil, es un lugar común. "Tengo derecho a hacer lo que se me venga en gana mientras no dañe a otros".

Si, así de fácil.

Pero siempre inician los asegunes. Las ideas de "derecho", "responsabilidad", "propiedad" y "decisión" suelen meterse en el camino.

Hace unas semanas o meses vi el video de "Filosofía de la Libertad", a raíz del caso de la niña yemení de 9 años que escapó de sus padres porque la habían comprometido en matrimonio.

Creo que ese es uno de los mejores ejemplos de coacción contra la libertad que existen:

La Paternidad.

No es un ataque a la paternidad, sólo a su lado "antilibertario". No dudo que Fourier, Bakunin e incluso autores relativamente conservadores hayan expresado su molestia contra esta oscura vertiente de una de las fases humanas más comunes.

Pero hay que analizar, con datos fríos, la paternidad y la familia en nuestras sociedades.

Veamos los diarios latinoamericanos, y la gran mayoría de los casos de abuso sexual, físico o laboral en contra de menores de edad que en ellos se documentan son ejercidos por padres o figuras de poder dentro de la familia. Y en muchos casos, si no son los padres los causantes, sí son cómplices silenciosos de los abusos.

Luego analicemos la historia de vida de los criminales documentados, y veremos que en su mayoría, no son sino el reflejo de las patologías sociales del ambiente en que crecieron. Un hombre como "El Pozolero", por ejemplo, es un ejemplo digno de la sociedad mexicana: se ganaba la vida disolviendo en ácido cadáveres de enemigos de su grupo delictivo.

¿Qué clase de proceso mental debe ocurrir en una persona normal para aceptar un trabajo así?

No es nada del otro mundo, no es un trauma infantil, ni un padre especialmente violento, una madre inusualmente sobreprotectora o "alguien" que le causara un daño emocional irreversible.

Simplemente "era su chamba".

¿Y qué tiene qué ver esto con su vida familiar previa e infantil? Todo.

Si en tu familia se te enseña que la meta de vida debe ser "que tu familia esté bien a costa de lo que sea", ese pozolero estaba cumpliendo. Si se te enseñó que mientras tú no hagas daño directo ya no eres responsable de nada, el pozolero estaba simplemente trabajando. Incluso, podría decirse que estaba siendo "profesional", pues no estaba negando su mano de obra a nadie por simples cuestiones morales o éticas.

Era, pues, tan ético como los periodistas que hacen notas a modo para políticos y empresarios, tan ético como los actores que promueven un producto dañino pero muy vendido.

En toda la extensión de la palabra, era un "profesional" de la disolución postmortem.

Mantenía a su familia, probablemente iba a misa los domingos (no lo dudo, por duro que seas, la culpa moral siempre te alcanza) y es posible que tratara de mantener a sus hijos fuera del mundo en que se desenvolvía.

Pero eso no borra que se encargaba de eliminar rastros de personas. Ni siquiera un cadáver quedaba para enterrar, para identificar por sus familiares, dejándolos en la eterna zozobra.

Y como dije, simplemente estaba cumpliendo con los cánones sociales de "ganarse la vida y proteger a su familia".

Hace poco recordé una serie cómica, "María de todos los ángeles", donde una vecina reclama a otra por robarle ropa del tendedero, unas calcetas. La ladrona se defendía diciendo que las tomó porque las de su hijo no se habían secado a tiempo para ir a la escuela "Y no hay sacrificio que una madre no haga por sus hijos".

Eh ahí una de las más grandes justificaciones de los tiranos.

Si le pudiéramos preguntar a Hitler, Pinochet, Mussolinni o Stalin el por qué de las masacres que realizaron en sus países, la respuesta de los cuatro sería la misma:

Lo hice por los hijos de la patria.

Una idea más extrapolada de la paternidad. Sobreprotección, presunción de invalidez o incapacidad. Los padres suelen impedir a sus hijos crecer por esas causas, les niegan oportunidad de demostrarles y demostrarse a si mismos que son capaces de hacer las cosas. Algunos por soberbia, la mayoría por miedo.

Recuerdo que mi mayor alegría infantil fue haber aprendido a leer sin que nadie me enseñara formalmente. Ver y escuchar en mi cabeza las voces de las letras, palabras lejanas de otros sitios y tiempos. Para mí fue algo mágico, devoraba libros diario, toda la colección de mi padre, desde Dumas hasta Aldous Huxley, desde la Biblia hasta libros de ocultismo. En mi casa tuve la suerte de encontrar la revista DUDA junto al Muy Interesante, enciclopedias de Reader's Digest acompañados con cómics de Superman y Spiderman.

En cambio, veo muchas parejas que en cuanto su niño aprende a leer, les entra el pánico sobre las cosas que pudiera aprender sin su permiso. Prefieren sumir a su hijo en la cultura televisiva "menos peligrosa", que verse en la "penosa" situación de tener qué explicar a su niño de 7 años qué significa la palabra "erótico", que leyó en un libro.

Quieren que "inocencia" sea sinónimo de "ignorancia", y peor aún, confunden "malicia" con "inteligencia".

Si, ya sé qué me pordían responder: "Cuando tengas tus hijos, los crías como tu quieras, y entenderás los miedos que tenemos", etc.

El problema es que si crío a mis hijos como yo quiero, conocerán a los hijos de otros, educados diferente, enviciados diferente, creando un mundo diferente del que experimentó el mío.

Un mundo que suele llamar "emprendedor" al vival, "pacífico" al pusilánime, e "ingenuo" al que piensa diferente.

Francamente, preferiría castrarme.